La luz intermitente del semáforo continuaba golpeando la misma fachada de ladrillo caliente, un tranvía llamado deseo circulaba por un carril de única dirección, pero esa visión surgió ya de vuelta a casa, recién terminado el paseo fotográfico. Ocurrió poco antes, instalado frente al ordenador, a punto de quedarme descalzo y tantear con mis dedos las puntas de la crema de afeitar caídas en el suelo, cuando casualmente observé a la pareja de mariposas revoloteando en el jardín. El tórrido ambiente del inicio del verano no parecía influir en ellas, tampoco parecía existir mayor esfuerzo en sus desordenados lineales eléctricos, imaginaba a un camarero preparando un cóctel en el reducido espacio de un dedal de cristal. El escenario del paseo coincidió con la nunca antes intentada aventura de descubrir el color a través de la abrasadora temperatura del inicio del verano. A veces la luz era sombra, la sombra luz, tampoco pretendía encontrar una senda a seguir. Me llamaron poderosamente la at...