NUNCA SUCEDE NADA




JUSTIN TOWNES EARLE "HARLEM RIVER BLUES"
Déjenme que les confiese un secreto, soy de las personas que desea que no ocurra nada trascendente durante lo más entrañable del verano, repelo ser testigo de cualquier noticia que merezca un solo titular de prensa, (entre nosotros) tampoco me interesa que suceda algo que sacuda el letargo de la víbora. Abro la puerta y el cartero no llama dos veces, riego las plantas y ellas siguen comportándose de la misma manera, antipáticas, sedientas, me ducho a diario y el cuerpo me acosa como cada mañana, reclamando su estúpida dosis de vanidad. Las persianas continúan sonando a carraca digital (apenas han cumplido cuatro años), son mis pasos arrastrados los que se sientan en las sillas volátiles de la cocina, noto en mi boca a menudo un sabor de frutos de pizarra, las manchas en las manos persisten en extenderse como un archipiélago de Hölderlin, etcétera. Como verán, nada de lo que les pueda comentar es digno de filosófico debacle, aun menos de ardua controversia ecuménica, ni siquiera el corrillo concentrado en el (ya no tan) concurrido césped de la piscina trastocaría la insulsa alabanza de la rutina. Pero insisto, a mí me gusta que nunca suceda nada, tengo esa manía, hostia, la de intentar que la jornada transcurra sin apenas sobresaltos, a la espera que cualquier acontecimiento, por chico que sea, se atreva a mandar todo a la mierda.

Lo hizo hace unos pocos días la noticia de la muerte de Justin Townes Earle, un artista al que sigo desde hace una década, hijo de un ciclópeo, apadrinado por la larga sombra de otro gigante de la desolación tejana; admirado, además de por su prometedora (y ahora lamentablemente truncada) carrera musical, por tener el insospechado detalle de palmarla en un día cualquiera de mi entrañable verano.

Mientras repaso el cuaderno de notas (realmente aprovecho para atusarme ahora los pelos de cerda de mi barba) observo las cubiertas de los dos únicos álbumes que dispongo de Justin Townes Earle, "Harlem River Blues" (Bloodshot Rcds, 2010) y "The Saint Of Lost Causes" (New*West Rcds, 2020). La imagen del primero siempre me impresionó; él (su figura anticipa un tanto el vómito final de Hank Williams), empapado en sudor a punto de larvas, los tatuajes de su cuerpo se revelan entre la tela de su camisa blanca; ella, pretendiendo esconderse tras la columna del hombro derecho de Justin (allí donde parece ser que luce tatuados la hoz y el martillo), ambos escurridos en un paisaje pegajoso de nubes bajas. El río Harlem a sus espaldas, un lineal de orilla baja entrecortada por el esqueleto de un puente de hierro completa el decorado. Todo rezuma humedad en "Harlem River Blues". Del "The Saint Of Lost Causes" hablaremos próximamente.

La grabación del "Harlem River Blues" se realiza en el House of David, mítico estudio localizado en el distrito Music Row de Nashville, epicentro de la industria de la música country americana. Allí, en uno de sus viejos edificios de la 16th Avenue South, se alojó durante una larga temporada el legendario David Briggs, mano derecha de Neil Young durante muchos años. De la mano de Skylar Wilson como productor y Adam Bednarik como ingeniero de sonido, Justin convoca a un buen elenco de distinguidos músicos, intérpretes acostumbrados a exprimir los mejores frutos del country, del blues, del soul, del gospel y del rock de raíces. Jason Isbell, ex-Drive-by-Truckers (por abreviar...), Ketch Secor, miembro de la prestigiosa Old Crow Medicine Show, Bryn Davies, bajista itinerante, regular en las bandas de Guy Clark, Steve Earle, Jim Lauderdale, actualmente girando con Jack White, Joshua Hedley, gran luminaria del sonido fiddle, Paul Niehaus, steel-guitar con Lambchop, Calexico y Yo La Tengo o Caitlin Rose, una de las voces femeninas más sugestivas y dotadas del Nashville contemporáneo, haciendo coros.

Desde el mismo inicio del nuevo siglo la ciudad de Nashville comienza una etapa que la lleva, apenas un lustro después, al puesto en el que hoy se encuentra, esto es, la incuestionable sede de la capital musical de los Estados Unidos. Muy pocos años antes, concretamente en 1999, Justin Townes se habia mudado a Chicago para intentar así educarse en su escuela de blues y del ambiente de la música callejera de la ciudad. Afortunadamente no todo lo que allí consigue es acrecentar sus adicciones, trabajar a destajo como pintor de brocha gorda y escribir un puñado de canciones (algunas de ellas aparecerían en su primera obra, el EP "Yuma" publicado en 2007); también se ve capaz de, además de actuar esporádicamente en varios garitos locales, moverse entre bambalinas y vincularse con los sellos independientes de la ciudad, aquellos que como Bloodshot Records le publicarán sus posteriores obras, "The Good Life" (2008), "Midnight At The Movies" (2009) y este "Harlem River Blues" en 2010.


En ese mismo año Justin ya lleva una temporada residiendo en Nueva York, aparentemente limpio desde 2004, aunque recaerá después de un accidentado final de gira en Indianapolis. Brooklyn se convierte en su nuevo hogar, en el año 2013 contrae matrimonio con Jenn Marie Maynard, a su hija la llaman Etta St. James, renovado ligamen con la aristocracia femenina del blues (hay que continuar con las viejas y buenas tradiciones). En una entrevista de la época, el artista confiesa que si su segundo nombre Townes fue imposición de un padre (...ya saben, Steve Earle), que tenía a Townes Van Zandt como una de sus mayores fuentes de inspiración, el de Justin fue consecuencia del capricho inesperado de una madre que adoraba al Justin Hayward de The Moody Blues.

La atmósfera rural country y blues impregna todo el metraje del "Harlem River Blues" y, teniendo en cuenta el escenario de un Nueva York mega-urbano ("Empire City") que amalgama, además, una parte no menor de la lírica del disco, esta dicotomía no deja de suponer una arriesgada apuesta por parte del artista. Sorprende gratamente que de la fortísima dinámica de una ciudad apabullante, excesiva, casi siempre inabarcable, surja un sonido que remite al oyente a los paisajes de Los Apalaches, "...it´s one more night in Brooklyn, / it´ll never match the beauty of a Tennessee spring", ("One More Night In Brooklyn"). Justin Townes Earle no deja entonces de utilizar todos los elementos a su alcance para conseguir este objetivo, transportar al oyente urbanita al mismo cruce de caminos en el que se conjuga la auténtica música de raíces americana. Desde el inequívoco galope sureño del título homónimo, hasta el trote rockabilly de "Move Over Mama" y "Slippin´And Slidin´", la influencia de las viejas composiciones de cuerda de Lead Belly y el espíritu itinerante de intérpretes legendarios como Woody Guthrie y Cisco Houston se manifiestan en los brillantes fingerpicking de "Workin´For The MTA" y "Wanderin´".

Ese ambiente de inmersión estilística, donde los distintos palos del americana no dejan de mezclarse (para de ese modo modernizarse), se sucede en el resto de los temas de este "Harlem River Blues". El blues melódico de "Christchurch Woman", aquí enriquecido por unos vientos que le otorgan un dulce sabor de soul de Memphis, retorno al steel-guitar y al fiddle sound en "Learning To Cry", los acordes de cuerda más parecen emitir lamentos; en "Ain´t Waiting", otro blues pleno de rockabilly, las líneas de bajo de Bryn Davies profundizan en el tempo de la canción, le otorgan un añejo sabor de claqué percusivo, el clásico stompin´sound de los barrelhouse sureños. "Roger´s Park" posee el hechizo del mejor Bruce Springsteen (el de la primera etapa), la guitarra de Jason Isbell se traslada a la mecedora del porche, el teclado de Skylar Wilson propicia que el tema consiga un apropiado carácter épico, un moderno himno a la desolación urbana, "This town´s dead tonight / I got no place to be / Moon is hung just right". El álbum, como todo trabajo que pretenda poseer cierto alcance, un significado que vaya más allá del mero entretenimiento, cierra el círculo con un reprise del tema principal, "Harlem River Blues". Si en la primera toma de la cara A, el ambiente de cierta celebración religiosa queda levemente matizado por los breves coros gospel de los puentes, en este segundo reprise esta atmósfera mortuoria (el tema habla de un plan de suicidio como solución final) queda reforzada por su contundente protagonismo. Como homenaje póstumo a Justin Townes Earle suena ahora la versión del "Will The Circle Be Unbroken" interpretada por la Nitty Gritty Dirt Band.

"Harlem River Blues" es un álbum que destaca además por una lírica profundamente romántica, un compendio de melancolía urbana y nostalgia rural (tan consustanciales a un género que considera el tiempo pasado como una de sus señas de identidad), que expone abiertas las numerosas e hirientes experiencias del protagonista, la profundidad de unas derrotas aun no completamente asimiladas, la búsqueda de una salida que permita vislumbrar el merecido reposo de un autor aun perseguido por sus fantasmas. "Lord, I´m goin´uptown to the Harlem River to drown / Dirty water gonna cover me over / And I´m not gonna make a sound". Según transcurre la audición del álbum el oyente tiene la sensación de que Justin Townes Earle encontró, por fin, ese ansiado descanso en su ciudad, en Nashville, un 20 de Agosto cualquiera cuando, en el mismo núcleo entrañable del verano, precisamente nunca sucede nada.

Comentarios

  1. Tengo que reconocer que su estilo musical o el de su famoso padre son demasiado yankis para mi, demasiado "raciales". Sin embargo este tipo de músicos, por la razón que sea, suelen tener una personalidad muy marcada y por lo general son tormentosos, por decirlo así. La vida de Townes cuadraría muy bien con las de muchos bluesmen atormentados como él; no me cabe duda de que el country es el blues blanco, y de que imprime personalidad.

    En fin, que le vaya bien por la otra vida...


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  2. Recuerdo (más o menos) tu opinión cuando publiqué varias entradas sobre Townes Van Zandt, en el sentido de que también "te parecía su estilo demasiado yanki", al igual que con este "medio ahijado" suyo, Justin Townes Earle. A mi, la verdad, este estilo (antes llamado country-alternativo, ahora americana) me gusta en su justa medida. No soy un fan irredento pero, eso si, con artistas como Van Zandt y JTE, me siento muy identificado. Recogen lo mejor de la tradición del amplísimo folklore country y lo mezclan con las distintas variantes del blues, rural o urbana. Son los que, en definitiva, han portado la antorcha de la renovación de la música autóctona norteamericana.
    Gracias, como siempre.
    Saludos,
    Javier.

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  3. Como dice Rick -su estilo musical o el de su famoso padre son demasiado yankis para mí, demasiado "raciales"-. Aunque me gusta sin pasarme. Y ese toque de guitarra acústica es muy bueno. No le he seguido mucho la pista. Me he enterado de algunas cosas leyendo tu artículo. Siempre viene bien que alguien te cuente cosas que no sabes y, además, tan bien contadas. Se agradece.
    Saludosssssssssss

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  4. No le hago ascos al estilo americana, tan manoseado últimamente que da hasta un poco de repelús meterse con él, aunque pretendo ser cuidadoso con sus variantes, me inclino más por su base blues y folk, negra y blanca. JTE fue un artista atormentado por muchos fantasmas interiores que intentó encontrar en la música su personal tabla de salvación. Creo que con el tiempo su figura se irá agrandando, a pesar de su relativamente corta producción.
    Gracias y abrazos,
    Javier.

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