LUIS CERNUDA, UN COLOSO ENTRE OCÉANOS




LUIS CERNUDA, EPISTOLARIO 1924-1963
Edición James Valender. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2003

Enfrentarse a una obra epistolar resulta por lo general un paso atrevido, más que nada porque obliga muchas veces al lector a encontrarse con el alma más doméstica del autor, alma y espíritu que la más de las veces quedan desnudos en esas páginas por las que discurre la vida diaria del mismo, pudiendo ocurrir, con relativa frecuencia, que el devenir más rutinario del escritor, en este caso el del poeta sevillano Luis Cernuda (1902-1963), suponga a la larga cierta decepción para el lector. Afortunadamente esta desagradable sensación no se da en este "Epistolario" de más de 1.150 páginas, sin contar prólogos y aquellas que se refieren a la bibliografía e índice onomástico. La rutina del poeta queda felizmente alejada de la vacuidad de la monotonía del calendario, y aunque se da cierta repetición cansina en los acontecimientos que el autor da a conocer a sus distintos destinatarios, nunca llega a oscurecer lo que en definitiva viene a mostrar la largísima retahila de documentos epistolares entre Cernuda y sus receptores, la intensa vida literaria y humana de uno de los mejores poetas españoles de siempre.

Decir que Cernuda nunca fue un personaje de fácil comprensión viene a ser el marco exterior por el que han discurrido "oficialmente" muchas de las biografías, anotaciones eruditas y trabajos de todo tipo que sobre el autor proliferaron durante la primera mitad del siglo pasado. Afortunadamente esa visión externa quiebra su injusta redoma encauzándose para bien a partir de la década de los 60, tiempo en el que jóvenes poetas como Jacobo Muñoz desde Granada, Jaime Gil de Biedma desde Barcelona, Angel Valente desde Madrid, (sin olvidar el importante papel que jugó en este cambio Camilo José Cela desde Palma de Mallorca con sus "Papeles de Son Armadans") tornan el malévolo eje de esa cansina visión contraria al artista para convertirla, afortunadamente, en crisol y espejo de una de las más fecundas y espléndida páginas de la lírica hispana.

Y más vale, efectivamente, centrarse en la visión de Luis Cernuda como poeta, y regocijarse en su trabajo (reflejado en muchas de las páginas del "Epistolario") por dotar a su propia voz de un perfil autónomo que pudiera deparar a su "corpus" lírico de un muy alto nivel emocional que, evidentemente, bebe y asimila otras fuentes e influencias (Garcilaso, Góngora, Bécquer, Campoamor, fray Jerónimo de Sigüenza, Juan Ramón Jiménez o Jorge Guillén),  y las hace fluir como un río caudaloso de brillantes reflejos, delta que se ensancha en un mar interior de bellísimas imágenes románticas, oníricas y, me atrevería a decir (pese a lo contradictorio del término) de maravillosos vuelos subterráneos. Perspectiva esta que queda muchas veces reflejada en sus cartas, sobre todo en aquellas dirigidas a sus admiradores y estudiosos seguidores, tanto nacionales como extranjeros, y que facilita al lector el encuentro con el verdadero Cernuda, creador de arriesgados versos cuya belleza  dibuja  cielos de deslumbrante valor imaginativo. Por otra parte, sus referencias eruditas y bibliográficas (fue autor de varios trabajos sobre el particular)  sobre grandes autores de la lírica española e inglesa, sin olvidar la francesa (aunque en menor medida), deparan al lector momentos de muy agradable lectura, resaltando, como lo hacen, la faceta de estudioso de un entorno poético que, además de reflejar su gran conocimiento del tema, le sirvieron para publicar varios trabajos literarios y disponer de un mínimo de emolumentos económicos con los que poder sobrevivir.

Transcurren las páginas del "Epistolario" por un espacio temporal que abarca desde los territorios puramente nacionales de Sevilla, Málaga y Madrid, hasta aquellos extranjeros de Toulouse, Glasgow, Edimburgo, Cambridge, Londres, Massachusetts, México y Los Angeles, donde el poeta ejerce su actividad como escritor, profesor de literatura española en distintos colegios y Universidades y, en la faceta más interesante del libro, como fiel testigo de una época de gran complejidad social y política. La dictadura de Primo de Rivera, el advenimiento de la II República, la Guerra Civil, el exilio, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, se asoman a sus páginas a veces con detalle minucioso (los bombardeos alemanes en Londres), otras veces como meros comentarios pasajeros. Su desapego y resquemor de España, como país y paisanaje, nunca como paisaje (sigue recordando a menudo las esquinas y olores de su Sevilla natal), se profundiza según pasa el tiempo, muchas veces causado por la falta de reconocimiento, y crítica desfavorable, que su obra tiene entre sus pares, poetas, recopiladores, antólogos y prosistas, y queda reflejado patentemente en su obra última, "Desolación de la Quimera", otras veces ese rechazo se ocasiona al preferir el poeta la distancia geográfica, escudo ante un realidad española entonces paupérrima y que le desagrada enormemente.


Finalizar mencionando el rico elenco de personajes contemporáneos (y antiguos) que pasan por el matasellos de su cartas. Los mejores poetas y escritores nacionales y extranjeros. Opiniones para todos los gustos, y que muy a menudo sirven para confirmar, o variar,  el conocimiento inicial que pudiera tener el lector sobre los mismos. Juan Ramón Jiménez, Guillén, Salinas, Bergamín, Altolaguirre, Prados, Hinojosa, Rejano, Alberti, Lorca, Aleixandre, Alonso, Ortega, Unamuno, Madariaga, Marañón, Azorín, Baroja, Sánchez Albornoz, Octavio Paz, Lezama Lima, Gide, Valery,  los "poetas metafísicos" ingleses del siglo XIX (y su más que interesante conexión con los poetas místicos españoles del siglo XVII), editores, Martínez Nadal, Diez-Canedo, Carlos Barral, Cela, etc..., además de las revistas literarias de la época, españolas, mejicanas, cubanas, colombianas, inglesas, todo un crisol de la cultura literaria del pasado siglo al alcance del lector interesado.

El ingente trabajo de recopilación (son casi 1.000 las cartas incluidas) y la edición del libro, obra del hispanista inglés James Valender, merecen un aplauso sin paliativos, así como la cuidadosa publicación hecha por la Residencia de Estudiantes que, al calor del centenario del nacimiento del poeta sevillano celebrado hace dos años, lo dio a la luz el pasado 2012.

"Los marineros son las alas del amor,
Son los espejos del amor, 
El mar les acompaña,
Y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
Rubio es también, igual que son sus ojos,
...
Si un marinero es mar,
Rubio mar amoroso cuya presencia es 
Cántico,
No quiero la ciudad hecha de sueños
Grises;
Quiero ir sólo al mar donde me anegue,
Barca sin norte,
Cuerpo sin norte  hundirme en su luz rubia"

"Los marineros son las alas del amor", de "Los placeres prohibidos" (La Realidad y el Deseo)





Comentarios

  1. Excepcional poeta, eso seguro. Lo del desapego por este país es algo que nos pasa a muchos, Javier. Imagino que el de la dictadura sería —directamente— para vomitar.

    Un abrazo.

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  2. Yo tuve la desgracia de vivirla durante más de veinte años, esa España que no tragaba Cernuda. Y también fue el país de mi infancia y juventud primera, con todo lo que eso significa. El tiempo pasa y se quedan los recuerdos. Prefiero evidentemente las emociones que me produce Cernuda, a la mala memoria de un país que sigue anclado en el peor pasado.
    Gracias y un abrazo,
    Javier.

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