EL ETERNO FEMENINO






LAURA NYRO                       "NEW YORK TENDABERRY"
Conocí a Laura Nyro algunos años después de que lo hiciera Jackson Browne, aunque he de reconocer que el alcance de mi conocimiento ha sido definitivamente mucho más virtual que el del artista norteamericano. Según consta en los anales de la historia de la música contemporánea, yo lo hice en el verano de 1970 gracias a la legendaria compilación del sello CBS "Llena Tu Cabeza de Rock" del mismo año, mientras que Jackson tuvo la suerte de hacerlo cuatro años antes cuando, después de graduarse en 1966, viajó con un grupo de amigos desde Los Ángeles hasta la ciudad de New York con la intención de hacerse un hueco en la escena musical del Greenwich Village. Tuvo entonces la oportunidad de ser contratado como músico de acompañamiento de Nico, a la sazón cantante y musa de The Velvet Underground. Esos anales históricos antes mencionados refieren además las aventuras amorosas de Jackson con la misma Laura Nyro y con Nico también. Parece ser que ninguna mujer se le escapaba al agraciado joven Browne, quien seguramente hiciera causa común de la coincidencia de país de nacimiento (Browne nació en la ciudad alemana de Heidelberg) con Nico para conseguir que su relación con la artista germana llegara al puerto deseado.




Doy por sentado, pues, que el conocimiento anterior y más íntimo de Jackson sobre Laura le hace ganar en este caso muchos más enteros, sobre todo cuando alguien interesado pretendiera conocer por él mismo las interioridades y experiencias de esa relación. Debo confesar no obstante que (mi atrevimiento no tiene límites) tal situación no desmerece para nada la visión que tengo de la jugada. Sepan Ustedes entonces que en el verano de 1970, con apenas 17 años cumplidos, después de escuchar a Laura Nyro por primera vez en su tema "Gibsom Street" (incluido en la recopilación de CBS mencionada anteriormente) me enamoré perdidamente de la cantante del Bronx. No hace falta decir (los románticos de cuna lo entenderán a la primera) que no hay nada más poderoso que un amor romántico al final de la adolescencia, y que tal sensación de culminación total de la existencia resulta mucho más poderosa que cualquier otro efecto de apogeo nervioso, aunque sea el puramente sexual (tan escaso, por no decir imposible, en aquellas épocas). 

Caí absolutamente prendido por la voz de Laura Nyro en ese tema de "Gibsom Street", y no solo por la profunda tonalidad de su voz, un portentoso edificio lleno de aves migratorias, también por la propia orquestación de la canción, el piano como único instrumento, otorgando un prodigioso eco interior a sus palabras. Tal así fue que hasta 1978, fecha en que me regalaron su obra en directo "Season Of Lights", Laura para mí era exclusivamente "Gibsom Street" y, no creo que sea extraño cuando alguien se encuentra en estado de arrobamiento sentimental, nada necesitaba más de la artista neoyorquina, solo esa canción, tal era la fortísima impresión que me produjera desde aquella ya primera y lejana escucha. Siete largos años en los que (ahora recuerdo), cuando cruzaba mi mirada con alguna mujer deseada (y la mirada se prolongaba aunque solo fuera en unos pocos segundos de hermosa intensidad), hubiera querido que la voz de Laura y la melodía del tema salieran de mi mente para llegar a la de la desconocida, así alcanzando un estado donde un muelle de nubes nos llevara de la mano hasta las alturas del valle perfecto.

Fue ya en 2005 cuando adquirí este tercer trabajo de Nyro, "New York Tendaberry", y lo valoré de inmediato como un objeto sacrosanto, una joya de probada hondura sentimental y que venía por fin (el disco me costó conseguirlo bastante tiempo) a justificar mi admirada devoción por la cantante. Tengo también la impresión que, desde entonces, la convicción de mi preferencia por las mujeres morenas, de ojos castaños y cabellera ligeramente ondulada, tomó definitiva carta de naturaleza. Laura me demostró que la imagen de la belleza ideal podía ser real, y que el atractivo femenino tenía mucho que ver, entre otras cosas, con la armonía de la voz, con el lento descenso de los párpados y el pálpito de los lunares secretos. La portada del disco, esa maravillosa fotografía de David Gohr mostrando a una Nyro próxima al trance, cerrados los ojos y unos labios dispuestos ya a besar el aire nuevo de la madrugada, su melena enmarañada por la gorgona de una tempestad ensoñadora, anuncian cómo la noche pasada fue de diamantes y de suspiros, de silencio arañado por el nácar.

"New York Tendaberry" es la música de la vida hecha en sigilo, en perfecta cadencia de reserva y sosiego, el espejo del eterno misterio femenino. No solamente se cuestiona el hecho de que la prodigiosa voz de soprano y alto de Laura Nyro se extienda hacia cimas y ecos de inmensa belleza (en la intensidad que poquísimos artistas han logrado igualar), sino que lo que se oye definitivamente es parecido al pujante latido de las entrañas del mundo, una suerte de ondas y mareas que no logran alejarnos del vientre materno. Madre, mujer, amante, ¡cómo no quedar atado entre tus lianas!; hechicera, hembra mística, sirena, ¿cómo entonces permanecer anudado en tus redes cuando también tu me invitas a lo enmascarado?. Esa dualidad propia tan femenina, la superior al hombre que Laura representa en la brillante imagen de su voz sobrenatural, la inferior simbolizada por el oscuro silencio entre tema y tema, dando quizás al oyente un tiempo suficiente para buscar solamente la relación sensual, olvidando la pretendida espiritualidad de la relación.

He pasado numerosos días recientes escuchando "New York Tendaberry", decenas de veces, imbuido por una necesidad de revitalizar mi pureza interior. Tomando notas sobre la vida de Laura Nyro (intensa y llena de experiencias) he viajado al fondo de los días grises para intentar derrotarlos. He visto luminosas llanuras de lluvia verde mientras recordaba el texto de "Gibsom Street" ("Don´t Go To Gibsom Cross The River / If You´re Soft Then You Will Shiver..."); he saludado a la madrugada celeste cuando Laura se lamentaba, ("I Will Go / I Will Stay / In The Hours Of My Crying Day") en su "You Don´t Love Me When I Cry", y al acostarme, cualquier noche, pensando en las siguientes pesadas horas de piedra, me he salvado rogando, "Never, Never / Never I Will Roam / Cause He´s The Man / Who Sends Me Home" ("The Man Who Sends Me Home"). He escrito un sinnúmero de palabras pertenecientes a las canciones incluidas en el disco, intentando contagiarme del espíritu góspel que emana por cada poro de la grabación, queriendo con ella encomendarme a una divinidad que se nos escapaba.

Los títulos de los temas restantes, "Captain For Dark Mornings", "Tom Cat Goodby", "Mercy On Broadway", "Save The Country" (hay una magnífica versión de The 5th Dimension para este título, al igual que otros artistas hicieron numerosas versiones con composiciones de Laura), "Time And Love" (un prolongado silencio de hermosísimo sepulcro gótico lo enlaza con la siguiente canción) , "Sweet Lovin Baby", "Captain Saint Lucifer" (hay un precioso juego lascivo en el tono de Laura cuando canta "Meet Me Captain Saint Lucifer / Darling I´ll Be There / Don´t You Know / ...Now Don´t You Know I Love You?") y el mismo "New York Tendaberry" conforman el vértice de una cascada de poemas que caen sobre la superficie callada del oyente. Las influencias musicales de Laura, góspel y blue-eyed soul, jazz y rythm& blues, pop neoyorquino a la Brill Building; su profunda educación librepensadora (en el mejor contexto y tradición demócrata neoyorquina), su continuado afán por encontrar su verdadera voz  como mujer y expresar, de esa manera, una elección sexual y maternal liberada de ataduras convencionales (algo que conseguirá pocos años después de la grabación de este disco) transitan por los incorpóreos surcos de este "New York Tendaberry".


Comprendo gracias a artistas como Laura Nyro (y a trabajos como este "NYT", tan tristes como bellos), que la razón de ser consciente viene a consistir en ser uno con los demás, encontrándose con el otro para totalmente construirme. Laura sublima el valor de las palabras como símbolo más auténtico y cercano a la persona humana; su voz, tan próxima al poema sinfónico, eleva el significado de las palabras hasta su verdadera dimensión, consigue la extensión prolífica de los sentimientos más puros. Su música, compuesta para bailar a la luz de las puestas de sol, convierte el sudor en perlas, impulsa el dificilísimo círculo de las nubes hasta convertirlo en hogar materno. Siento, mientras termino este breve texto, que en cierta medida mi experiencia con Laura Nyro ha sido más profunda, y se prolongará más intensamente, que la de nuestro querido Jackson Browne. A ciertas edades me están permitidas algunas licencias. 





Nota: Entrada dedicada a mi querido hermano José María.








Comentarios

  1. Tu experiencia es más profunda porque nunca llegarás a besar a Laura Nyro. Al igual que la teoría supera por goleada a la práctica, el amor platónico se impone al real, tan acechado por nuestras miserias. Apuntado queda el disco. Gracias y abrazos, Javier.

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    1. Pues si, de eso se trata, la imaginación al poder, por soñar que no quede. El disco, y la autora, son más que recomendables.
      Gracias y abrazos,
      Javier.

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  2. Me encanta leer cosas tan bonitas como ésta, querido Javier.

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    1. Y a mí escribirlas, aunque ya cueste su trabajito.
      Abrazos y gracias,
      Javier.

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  3. No la conoci en los 70 si en los 80 y desde entoncés tampoco ha salido de mi corazón

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    1. Una vez que se introduce bajo la piel, Laura es mucha Laura, dificilmente (por no decir imposible) olvidarla y dejarla de tener como referencia.
      Gracias y saludos,
      Javier.

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  4. Pensaba por el título que ibas a hablar de La Mode. Pero da lo mismo, gran Javier, a la artista no la conozco pero el texto es colosal. Abrazos.

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    1. Pues a pesar del similitud en el título, la amiga Laura nada tiene que ver con La Mode y con su magnífico disco. Aunque, en el fondo, ambos artistas vienen a interpretar lo mismo. Laura directamente y La Mode de forma colateral.
      Gracias y abrazos,
      Javier.

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  5. Una gran entrada Javier , gracias a esto me he puesto a escuchar de nuevo el disco (es un cd edición Sony Legacy ) y realmente es fenomenal , la voz , la música con los arreglos de cuerda, el piano del que hablas . También me ha hecho recordar la gran influencia que ejerce Laura con artistas como Rickie Lee Jones , y termino con un comentario de la Nyro que aparece en el interior del libreto "You look like a city.But you feel like a religion to me".
    Gran disco si señor.
    Saludos,

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    1. El disco fue para mí la confirmación de una revelación, la que experimenté inicialmente con la canción "Gibsom Street". Y se puede decir que pocos trabajos quedan marcados con tanta luz y emoción como éste "NYT", por lo menos para mí. Esa última frase "...you feel like a religion to me" lo puede resumir perfectamente.
      Gracias y saludos,
      Javier.

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