REFLEXIONES TRAS LA ESCUCHA DEL "PLAISTOW PATRICIA" DE IAN DURY
RUTA URBANA II: DESDE VENTAS HASTA CANILLEJAS
Comencé la ascensión de la calle Alcalá cruzando el puente de la M-30 hacia Ciudad Lineal con la vaga esperanza de encontrarme con Patricia en Plaistow, un barrio londinense más allá del East End o, en el peor de los escenarios, lograr siquiera una fotografía que se asemejara a la de la portada del "New Boots And Panties!!" de Ian Dury. He de confirmar que en mis visiones de aquella jornada la ciudad de Madrid sufría el mismo cielo de leche que Londres, incluso con un tono aun más desangelado porque a esas horas, cuando iniciaba mi andanza entre las 3 y media y las cuatro de la tarde, Madrid no estaba aun para muchos trotes (parecía seguir haciendo la digestión después una copiosa comida). Era también consciente que, rizando el bucle de lo inverosimil, me llegaría hasta el estadio del West Ham United Football Club antes de que su recinto se convertirse en una Plaza de Toros, ¿por qué no?. Los barrios de Plaistow y Ventas del Espíritu Santo empezaban a jugar con la posibilidad de trastocar un aburrido día de Enero y convertirlo en una ficción que siguiera, aunque fuera por unas pocas horas, persiguiendo el engaño impuesto por la pasada Navidad.
La calle de Alcalá en su orientación nordeste de su itinerario natural, la que inicia su subida hasta Canillejas y la antigua carretera de salida hacia Barcelona, ya dejó atrás, muy atrás, la parte más institucional y financiera de la vía más larga de Madrid (10 kilómetros y medio). En esa extensa prolongación (con apenas una suave curvatura hacia la izquierda de su trazado) la calle de Alcalá es hermosamente fea. Su entramado vital lo conforman un sinfín de comercios, la mayoría de ellos dedicados a la venta al por menor de ropa y complementos del hogar, sin que falten las oficinas bancarias, los colmados de alimentación y tiendas de todo pelaje y condición. Y todo ello enmarcado por una arquitectura de aluvión, sin seguir un estilo fijo ni, menos aún, un criterio respetuoso con un entorno que se extendió bajo la necesidad de dar alojamiento rápido y barato a las clases populares que llegaron en masa a la ciudad mucho antes de que finalizara el siglo XIX. Enramadas a la vía principal, a sus lados occidental y oriental según se iba desarrollando la ruta, aparece otro mundo de calles con estrecha calzada la mayoría, circulación las más veces conflictiva y escasos árboles que, como protesta ante hábitat tan poco sugerente, se han opuesto a crecer más de lo imprescindible.
Es en esa marginalidad de la vía principal donde se dan los establecimientos comerciales más singulares. Peluquerías afro-caribeñas, salas de música en vivo, centros latinos de estética femenina, bares antiguos donde la palabra colesterol sigue sin aparecer en el diccionario de sus clientes, pequeñas tiendas de costura y arreglos de ropa. El diseño de sus anuncios no se ha salido de los parámetros decorativos de décadas atrás. Las pequeñas marquesinas de plástico gastado llevan recogiendo el infortunio de generaciones de vecinos que duermen el sueño del perro vagabundo, los extractores de los restaurantes chinos continúan, capa tras capa, engrasando de residuos de chop-suey las fachadas cercanas. Dos esquinas se conocen e intercambian entre sus aleros cables telefónicos de imposible orden aéreo mientras, a ras de acera, de un Hyundai negro (con los cristales tintados a juego y las llantas pintadas de purpurina dorada) se escucha a todo volumen un reggaeton.
La exigua población que camina por la calle a esas horas parece que no lo hiciera por vergüenza a que la descubran en un escenario tan poco ideal (de acuerdo a los cánones de la Bienal de Venecia), pero esto no es del todo cierto. Lo hacen aun con el orgullo del empleado que llega con grandes dificultades a fin de mes.Ya pasó a mejor vida la pobreza digna de los harapos de la que hablaba Pío Baroja, ahora es la clase media empobrecida por la crisis la que sube o baja por la calle en silencio; también se muestra el parado que de arreglo doméstico a mudanza clandestina se convierte en héroe moderno sin saberlo, sus ojos grises siguen el tráfico rodado inconscientemente porque no tiene un paisaje mejor en que emplearse. Pienso en esos momentos en la Patricia de Plaistow y en las bombas mientras tarareo el texto de la canción: "Arseholes, bastards, fucking cunts and pricks / Aerosol, the bricks / A lawless brat from a council flat..." ("Plaistow Patricia")
Y si el mocoso que aparece retratado junto a Ian Dury en este "New Boots And Panties!!" no deja de sugerir al observador la imagen típica del rascal inglés (también lo confirma una fotografía de la funda del disco en la que aparecen dos menudos compinches al lado del artista londinense), déjenme que les haga partícipes a continuación de una observación. Si de esta situación de aparente rebeldía infantil pueden los ingleses hacer arte callejero, desde la literatura de Dickens hasta la música de Dury, ¿en qué nivel creativo nos moveríamos nosotros?. Veamos, tenemos a Galdós, Aldecoa y a Martín-Santos, y en el lado musical (en el barrio cercano de La Elipa estarían Burning...), ¿en quién poner nuestras esperanzas?. Josimar y Su Yambú parece que son la respuesta y el reclamo de una generación latina que, al igual que en Cuatro Caminos o Vallecas, han desplazado a la oriunda haciéndose fuertes en la plaza.
La ruta urbana de Ventas hacia Canillejas tiene en el cruce con la calle Hermanos García Noblejas (¿cambiarán algún día el nombre de esta ominosa referencia histórica?) su vértice norteño y, desde allí, bajando por la acera opuesta de la misma calle Alcalá, terminamos el paseo en la confluencia con la M-30, allí donde la comencé un par de horas atrás. En su parte más alta un establecimiento recuerda en miniatura el Empire Diner del "Asylum Years" de Tom Waits (WEA, 1984), y en su confluencia más cercana al nivel de un mar imposible (en la rasante de la misma autopista), un ciclista anónimo ejercita su papel de "BMX Artist". Por un momento el entorno hermanado de Plaistow y Ventas se ha trasladado al lejano Chelsea de Nueva York. Permítanme entonces terminar esta breve crónica invitándoles a gozar de esos días de cielo lácteo, donde afortunadamente el sol, tan cruelmente pródigo en otras ocasiones, no aparece en toda la jornada. Pareciera que la sola presencia imaginada de un carromato cargado de leña transportara al asistente desde el Madrid de Ricardo Baroja al pescante de la silla de cualquier carruaje del Londres de Dickens. Y es que cualquier tiempo presente es manifiestamente mejorable.
El otro día estuve escuchando ese de Ian Dury, un gustazo, nada comparable con leerte. Abrazos.
ResponderEliminarUn disco memorable, si señor. Muchas gracias Johnny.
EliminarAbrazos,
Javier
Rock'n'Roll+punk+jazz en una enorme obra de pub rock!!.
ResponderEliminarExcelentes músicos los que viajan con Ian Dury un tipo único y capaz de ofrecernos obras como esta.
Gran canción la elegida para tu recorrido.
Saludos,
Totalmente de acuerdo con la inmensidad de tu adjetivo para esta obra de Dury & cia.
EliminarSaludos,
Javier.
Muy buena descripción del auge y decadencia, sobre el cambio de poderes en los barrios, sobre el cambio de èpocas en una ciudad, tan bien simbolizada en Madrid (aunque podría ser cualquier otra gran ciudad). Sobre Dury no tengo mucho que decir, ya que no es de los míos; pero le cuadra muy bien a esa época y esos decorados.
ResponderEliminarLos antiguos barrios periféricos de las grandes ciudades dan mucho juego, nada que ver con el turismo por supuesto. Lamento saber que Dury no es de los tuyos, pero bueno, lo asumiré como una salvable diferencia entre nosotros.
EliminarSaludos,
Javier.