ELOGIO DE LA TEMPESTAD





TEMPEST                           "TEMPEST"
Sacar de su funda el álbum de Tempest supone un ejercicio de inusitado optimismo, observar la galleta con el célebre dibujo del sello Island, un retrotraerse a tiempos donde todo era nuevo, pasar la bayeta antiestática por el vinilo, una reverencia a los vuelos de la imaginación. Dejar caer la aguja por los primeros surcos del vinilo, percibir la levísima arenilla acumulada según van entrando los acordes iniciales, carraspear, cerrar los ojos o mantenerlos fijos en un paisaje de ladrillos, árboles y cielo, coincide con la sensación de plena y hermosa materialidad. El objeto es el verdadero protagonista, la posesión un regalo, compartir estos aparentemente humildes actos, un abrazo entre amigos. Hablamos de la antigua usanza, se trata de contar historias entre los viajeros al calor de la lumbre en un hogar.

Necesito escuchar ahora "My Funny Valentine" de Rachelle Ferrell para lanzarme a la piscina. Finalizado el año 1973, el mismo de la publicación de este primer álbum homónimo de Tempest, la industria discográfica estadounidense había superado por primera vez en ingresos brutos a la tradicionalmente potentísima industria cinematográfica norteamericana. Pareciera como si tres años después de la desaparición de The Beatles, como banda, la enorme influencia británica que había sacudido el mundo del pop se trasladara a los Estados Unidos. Esta nueva pujanza americana no estuvo basada tanto en la continuidad de un estilo propio al de los Fab Four, peculiaridad que permaneció inalterable en las Islas, sino en algo que comenzó a vislumbrarse como nueva orientación de la industria fonográfica, el revivalismo. El "rock revival" de artistas clásicos como Chuck Berry ("The London Chuck Berry Sessions"), Jerry Lee Lewis ("The Sessions Recorded in London with Great Guest Artists"), Little Richard ("Right Now!") o Elvis Presley ("Raised On Rock/For Ol´Times Sake"), cubrieron una buena parte de los tradicionales canales de venta.

Añadamos a este fenómeno revitalizador, expuesto mayoritariamente en los medios generalistas de la época, la entrada en el mercado de subgéneros que por aquellos años se presentaban al consumidor como "child power", The Jackson Five o The Osmonds, el "gay power" de Alice Cooper (por increíble que fuera, así fue conocido en un principio), o la todavía permanencia de musicales como "Hair", "Jesus Christ Superstar" o "Godspell", estas nuevas tendencias del marketing musical no hicieron mella en los criterios de compra de un personaje parecido al que les habla, ya asiduo visitante de tiendas de discos, además de consolidado lector de medios especializados ("Disco Express", por ejemplo). Protagonista afortunadamente nutrido por entonces en la mejor escuela del rock con base blues británico, Led Zeppelin,  Atomic Rooster, Ten Years After o Vinegar Joe, encontrarle en las estanterías al uso con un disco de Tempest (no creo recordar ahora que los antecedentes de Jon Hiseman y Colosseum le llegaran a servir como referencia) debió suponerle un auténtico hallazgo. La originalidad de la cubierta, con su apertura en modo de paquete de correos, el fulgurante dibujo circular de lo que parece una esmeralda acuosa, harían el resto.

Tempest es un producto típico de la época, un conglomerado de individualidades que vienen a conformar lo que entonces empezaba a considerarse como la imagen del "supergrupo", un vértice piramidal, la parte emergente de un iceberg, de mayor o menor calado, cuya base estaba compuesta por elementos que aseguraban su fortaleza. Ciñéndonos a la escena británica, bandas como Cream, Blind Faith, EL&P, Yes o Bad Company, por citar solo unas pocas, son ejemplos de una tendencia que, bien valiéndose del relieve igualitario de sus miembros, bien del liderazgo unilateral de uno de ellos, revitalizan el panorama musical hasta extremos entonces por dilucidar. No será raro que, a partir de esa primera mitad de la década de los 70, los aficionados empiecen a cambiar impresiones sobre la procedencia de los integrantes de una banda, más aun si sus componentes han destacado en una formación anterior. Las expectativas que tal fenómeno creó, supuso un evidente plus de emoción ante los primeros trabajos que tales grupos sacaron al mercado; se daba por supuesto un éxito anticipado, de crítica primero y de ventas después, aunque los resultados, según el apoyo de los medios especializados, en no pocos casos distaron de las esperanzas suscitadas.

Extraigo de la estantería el "Colosseum Live" (Island Records/Bronze, 1971) y observo a Jon Hiseman saltando sobre un corredor de ladrillo visto, tan blanco, tan inglés como alguno de los inolvidables decorados interiores del "Blow Up". Todavía no se ha dejado la barba y su perfil parece el de un carnicero del sur de Londres. Colosseum es su formación más conocida, su banda de referencia, aunque él mismo declare años más tarde que su mejor proyecto fue el de Tempest, un grupo, según él, plenamente desarrollado cuando se convierta en trío en 1974. Al sonido de su batería, muy cercano a la leyenda desde época temprana, pensaba añadir el de un guitarrista, con dotes también de vocalista, y el de un bajo. Para este último puesto tiene clara su opción, Mark Clarke, compañero en Colosseum. Se encuentra sin embargo con problemas para encontrar un cantante ya que Allan Holdsworth, el guitarrista seleccionado (no dejó escapar Jon Hiseman la oportunidad de contratar a un instrumentista del que todos empezaban a hablar maravillas) no encajaba como voz solista, por lo que no le queda más remedio que ampliar la formación a un cuarto miembro que domine esa faceta, entra entonces en escena Paul Williams.

Además de Jon Hiseman, es Allan Holdsworth el otro gran instrumentista de Tempest. Guitarrista de refinada educación clásica, su primera intención fue la de dedicarse al saxo, intentando emular a un John Coltrane al que siempre reconoció como su máxima influencia musical. He pasado un buen rato escuchando con atención el "Satellite" del "Coltrane´s Sound" (Atlantic, 1964), la principal vía de liberación musical que reconoce Allan deber al genial saxofonista americano, sus riffs de guitarra en el "Hector´s House" de Ian Carr ("Belladona", Vertigo, 1972), también los de "The Donkey" de ´Igginbottom ("´Igginbottom´s Wrench", Deram, 1969), la más conocida formación de Holdsworth antes de su entrada en Tempest, y he de reconocer que su estilo es realmente inigualable. El posterior reconocimiento como uno de los mejores guitarristas de fusión jazz-prog tiene sus antecedentes en esas grabaciones. El método que sigue, desarrollado de forma extensiva en su posterior carrera como virtuoso instrumentista, parte de la ruptura de acordes convencionales para crear escalas que posibiliten notas de un nuevo cromatismo, sus líneas melódicas consiguen un efecto liberador, la conexión obtenida es etérea, el resultado nunca antes experimentado por un oyente de la época.

Retomando de nuevo el "Colosseum Live", y ampliando el escenario a la participación que Mark Clarke realizó como bajista tanto en la primera formación de Colosseum como en su época de Uriah Heep y Ken Hensley ("The Wizard" del "Demons and Wizards" e "Eager to Please", ambos Bronze 1972 y 1975), nos encontramos con un instrumentista que se mueve sin dificultad tanto en los potentes tiempos medios, abundantes en el álbum de Tempest, como en las sedosas baladas, su habilidad radica en acomodarse perfectamente al movimiento melódico que cada tema pudiera precisar. Otro tanto ocurre con el vocalista, Paul Williams, y a tal efecto selecciono el "Lie Back And Enjoy It" de Juicy Lucy (Vertigo, 1970). Su voz, en cualquiera de los temas de este álbum, es potente, vibrante, su registro barítono ha sido además protagonista en numerosas grabaciones de la primera hornada de la Zoot Money´s Roll Band, de los Bluesbrakers de John Mayall, del Paul Williams Set (junto a Allan Price de The Animals), del Ainsley Dunbar´s Blue Whale. Dos músicos, Clarke y Williams, que completan la paleta buscada por un Jon Hiseman que quería hacer de su proyecto Tempest la piedra angular de un género, el hard-rock-progresivo que, desde hacía poco tiempo, ya había tomado carta de naturaleza en los escenarios ingleses del momento.

La cara A se abre con "Gorgon", la lírica se mantendrá a lo largo del resto de las canciones del álbum. Los mitos artúricos y de los argonautas, la piedra antigua, el paisaje húmedo y tenebroso, el papel de la mujer como anunciadora de los misterios. Un arpegio acústico modula la entrada, un gong final baja el telón, entre medias los riffs de Holdsworth y la batería, elegantemente percusiva, de Hiseman otorgan al tema una solemnidad incuestionable. En "Foyers Of Fun" las sucesivas capas de la percusión recuerdan al mejor Ginger Baker de Cream, los riffs de Holdsworth son más roqueros, en una onda new wave punk muy al comienzo del tema, la voz de Williams más profunda, el puente brillante. "Dark House", la suavidad de los versos se entremezcla con un hard-rock aplastante, el wah-wah de Holdsworth toma protagonismo, los coros finales de la voz de Williams elevan la coreografía final. Cierra esa cara "Brothers", una canción de acordes más complejos (seguramente debido a la influencia de Holdsworth), la percusión de Hiseman marca sin complejos la dirección rítmica, el riff final de Allan se apoya en el pedal del bajo para dotarlo de mayor profundidad.

La cara B comienza con "Up And On", la temática general es desoladora, princesas destronadas, seres imprecisos que deambulan en épocas confusas, amantes desterrados, vientos helados, vagas promesas de un futuro mejor. El riff inicial de Holdsworth remite al mencionado "Hector´s House" del "Belladona", el primer y el segundo puente prodigiosos, los acordes se abren en una explosión de pólvora comestible, el reprise intermedio, pleno de poderosos riffs y percusión, devuelven al oyente a su laberinto perdido. Sigue la balada de "Grey And Black", los teclados y la voz de Clarke, acompañados en los coros por Paul y Allan, representan un pequeño drama, el luto de la mañana, el retroceso de la marea. En "Strangeher" la banda recupera la contundencia, un hard-rock-boogie lleno de progresiones blues. Los riffs de guitarra gimen al principio, jadean con furia en el puente final, eclosión. El violín inicial de Holdsworth en "Upon Tomorrow", una textura de trémolo sobre una armonía creciente, alcanza las cimas más elevadas de este "Tempest". En apenas dos minutos se escucha mucho más de lo que suena, la celebración de la tostada con mermelada, pesadillas de arcoiris, el crescendo de la melodía eleva los brazos del oyente hasta un techo de crema. La percusión de Hiseman planea con su aguijón cargado, los riffs comedidos hasta el puente; entonces un silencio, eléctrico, ensordecedor, los acordes de Holdsworth escalan con la seguridad de un orfebre, el final existe solo porque termina el disco.

La vida de la banda duraría un año escaso más. A mediados de 1973 Paul Williams y Allan Holdsworth salen y entra Olie Halsall a la guitarra y voz. Quedaría todavía tiempo para algún que otro concierto; el más celebrado, el Golders Green Hippodrome al norte de Londres, Junio de ese año, en el que coincidirían, por invitación expresa de Hiseman, Halsall y Holdsworth. De la tan cortísima asociación de ambos, el estilo de Ollie más desordenado, más liberado en la onda hendrixiana, la técnica más jazzística, más vanguardista de Allan, hablaría este último maravillas. La participación protagonista del ex-miembro de Patto en el último disco oficial de Tempest, "Living In Fear" (Bronze, 1974), atestiguaría una vía tan brillante como la experimentada con la primera formación. La crítica de entonces elogia, sin más, la calidad de ambos álbumes. Las ventas, al igual que las del primer Colosseum, fueron escasas. Me inclino a pensar que el paso del tiempo pone a las bandas olvidadas en su justo y merecido lugar.




Comentarios

  1. Gracias por recuperar y dar a conocer bandas como ésta, infinitamente más interesante en los músical que en lo lírico (deducción mía tras la lectura de la entrada). Tomo nota.

    Abrazos.

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    1. La lírica era muy propia de la época, no hay más que observar las de Zepp o Black Sabbath. Musicalmente es en gran disco. Solo por la aportación de Hiseman & Holdsworth merece mucho la pena.
      Abrazos,
      Javier.

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  2. Yo era bastante fan de Colosseum, pero aun así me temo que el jazz rock (por resumir) es un estilo al que se le nota mucho el paso del tiempo. Por otra parte en Colosseum había bastante variedad melódica, pero en Tempest ya parece que las ideas se van agotando. En todo caso lo que no sepuede negar es que estamos ante unos músicos que técnicamente son de lo mejorcito de la época, incluyendo a Mike Patto, que mereció mejor suerte.

    Saludos mil...

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    1. Patto, y su saga anterior y posterior, Boxer, Timebox, son magníficos ejemplos del mejor blues rock de la época, antecesores en cierta y buena medida del posterior pub-rock. No creo que con Tempest las ideas se agoten. Su estilo tiene más raíces blues que las de Colosseum, más jazzístico con la aportación de Heckstall-Smith al saxo. Si, desde luego, Mike Patto mereció más suerte durante su corta vida.
      Gracias y saludos,
      Javier.

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  3. Coincido con Rick en lo que comenta. Tenía algunos discos de Colosseum y los seguí un tiempo. Este Tempest de John Hiseman y cía suena de maravilla. He estado repasando los vídeos en youtube y se ve que tenían una técnica envidiable, pero yo tampoco soy mucho de este estilo de música. Pero es un placer que te cuenten cómo lo ven otros de una forma tan clara y tan bien expuesta. Siempre se aprenden cosas que se nos escaparon en su día.

    Saludosssssssssssss

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    1. Sirva entonces la respuesta dada a Rick. Reitero lo indicado en cuanto a lo de "supergrupo", un cúmulo de virtuosos que con su técnica elevaron la calidad de muchas buenas bandas de la época.
      Gracias y saludos,
      Javier.

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  4. De Tempest no tengo nada pero si de Colosseum, ahora he estado escuchando algo de Tempest en youtube y lo encuentro musicalmente interesante, excelentes músicos aunque la voz no me acaba de entrar mucho.
    Leyendo esta referencia "gay power" de Alice Cooper, me he acordado que tengo un lp recopilatorio de Bowie edición española del 73 que pone "El Rey del Gay Power". Marketing de la época.
    Saludos,

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    1. Williams es quizá el "patito feo" del grupo, el miembro menos dotado, aunque a mí su voz si me gusta, sin entusiasmarme tampoco. En lo de "gay power" también incluyeron, como bien apuntas, a gente como Bowie y Lou Reed. Junto al "rock revival" el marketing ya empezaba a utilizar las primeras etiquetas comerciales para guiar a los posibles compradores.
      Gracias y saludos,
      Javier.

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  5. Enlazo con la idea de la novedad que suponía entonces entrar en otras musicas y para mí también ese disco fué impactante. Tempest es uno de los grupos que no me canso nunca de escuchar. Entrada merecidisima

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    1. Casi todo era entonces novedad, comprabas un poco a ciegas, sin saber qué es lo que te ibas a encontrar. Tempest, como bien sabes, fue una gratísima sorpresa que, como bien dices, se sigue escuchando con gusto.
      Abrazos y gracias,
      Javier.

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