EL ROCK Y LAS CIUDADES VIII: NUEVA ORLEANS
FATS DOMINO "ROCK AND ROLLIN´WITH FATS DOMINO"
Salimos de Houston a las 6 en punto de la mañana. El día anterior revisamos todos los niveles y repostamos al completo el depósito del viejo Ford Edsel Corvair. Me gusta comenzar un largo viaje a primera hora, además, siempre que puedo, procuro hacerlo en ayunas. Manías. Trump debe seguir durmiendo, no ha pasado aun ningún tuit. La temperatura era ya entonces alta y el parte metereológico anunciaba tormenta eléctrica hasta la frontera con Lousiana. Tomamos la US-90 E bordeando Baytown por el norte para continuar por los condados de Harris y Liberty, antes de llegar a Beaumont. Me siento cómodo conduciendo por esos extensos paisajes llanos y húmedos del Este de Texas. La carretera se asemeja a una larga serpiente de acero, el reflejo de la lluvia contra el asfalto vibraba con colores dorados. Ya en Beaumont tomamos la desviación al aeropuerto, dirección Port Arthur, nuestra intención era visitar la exposición permanente de Janis Joplin en el Museum of The Gulf Coast. Según entramos en la zona portuaria de la ciudad un inconfundible olor petroquímico invade la atmósfera. El parking de la calle 4 está completo y el restaurante más cercano se encuentra bastante alejado del Museo. Empiezo a percibir la misma animadversión que la estrella tejana sentía por esta ciudad. Compramos la entrada, 8 dólares por cabeza, y nos entretenemos un buen rato en la sala dedicada a Janis. Tengo tanta hambre que me comería mi propio puño sazonado con alguna salsa criolla, así que a la salida de Port Arthur decidimos entrar en Louisiana por la 87, cruzar los Lower Neches hasta Bridge City por la frontera natural del Río Sabine y buscar en la carretera un sitio para almorzar algo.
Al llegar a Orange paramos en una gasolinera, solo para ir al servicio y hojear la prensa del día. Antes de salir con dirección a Crescent City ya tengo mi plan decidido. Pasamos por la ciudad de Lake Charles y en la intersección con la Interestatal 10, poco antes de cruzar el Calcasieu Bridge, resuelvo abandonar a mi compañero de viaje. Mientras se baja en el primer arcén del lago Westlake para tomar unas fotografías, acelero y salgo disparado sin despedirme. Ha dejado de llover, sale el sol y el viento comienza a soplar con fuerza. Mientras el Ford Edsel Corvair va cogiendo velocidad abro todas las ventanas y el viejo acero cromado del 57 despega hacia un cielo ya completamente despejado. Vuelo por encima de la autopista, cada vez más alto, lo suficiente para contemplar El Árbol de la Vida. El tronco del Mississippi se yergue fornido hacia el norte, hacia Memphis, Sant Louis, Davenport y Minneapolis. A su derecha, el Tennessee y el Ohio, a su izquierda, el Arkansas y el Missouri, llegan hasta los confines de la Costa Atlántica y la frontera canadiense. El mapa fluvial del continente americano se asemeja al atlas mental de sus neuronas, el inmenso país palpita en toda su extensión de grandes y pequeñas venas abiertas. Quiero confiar en que Bola de Sebo, mi desahuciado colega, recuerde el lugar de nuestra próxima cita. El 1208 de Caffin Avenue, el domicilio reconstruido por Fats Domino después del desastre del huracán Katrina.
Avisto un par de cazas de combate F 15C Eagles mientras planeo hacia Lafayette por la I-10. Decido entonces arrimarme a uno de ellos y aprovecho su rebufo para aproximarme hasta el suburbio de Bayou Cane. Aterrizo sin problemas en el parking de un centro comercial, compro unos sandwiches de pepino y una lata helada de High Life en un deli del Dillard´s y me dirijo a continuación hasta la Estatal 90. Mi intención es entrar en Nueva Orleans por el sur. Estoy a un poco más de una hora de la ciudad, conecto la radio del coche y busco la emisora WWOZ en la 90.7 de la FM, suena el "Still Unruly On The Plantation" de Marty Most. Ignoro la razón, pero al llegar a Paradis desciendo por la 306 hasta los pantanos de Bayou Gauche. Me guío por las señales que indican la dirección de varios pozos de gas y cabañas de pescadores abandonados. Los canales están repletos de enormes cipreses, algunos con sus copas calvas de vegetación, otros aparecen clavados en el agua como lanzas ancestrales. Alrededor de sus troncos se sucede un rito de ondas que no acabo de entender. Inexplicablemente empiezo a sentirme aturdido, el aire caliente se llena de la incómoda parálisis de los extraviados. Observo como una pareja de nutrias luchan en la orilla por la mejor porción de una raíz humeante. Aparco el coche temiendo no llegar al concierto de Project Pan en el Howlin´Wolf. Cuando despierto ya estamos en los suburbios de Nueva Orleans, hemos cruzado la coraza de lúpulo del Mississippi, a la altura de Marrero, suena el "The Wee Wee Hours" de Professor Longhair. Me sorprendo al ver a Bola de Sebo conduciendo. Gira hacia mí su pequeña cabeza de garbanzo y sonríe maliciosamente.
Antoine Fats Domino nace en Febrero de 1928 en el Lower Ninth Ward de Nueva Orleans. Es el octavo y último hijo de una familia de origen creole francés. Fats es el único miembro de los Domino que viene al mundo en la misma ciudad, sus antepasados, incluidos todos los hermanos mayores, son oriundos de Vacherie, una amplia zona de plantaciones situada al oeste de la ciudad (entre sus humedales tiene lugar la grabación de los capítulos de la serie "True Detective"). El sustrato del Lower Ninth Ward es básicamente pantanoso. En 1910 se inician las obras del Industrial Canal, un eje central que une el vientre del Mississippi con el gigantesco ojo del Lago Portchartrain, su construcción atrae a muchos trabajadores afroamericanos de las antiguas plantaciones establecidas alrededor del Lago Borgne. El primer domicilio paterno se encontraba en la Jourdan Avenue, la divisoria principal entre el canal y la parte oriental de la urbe. Cruzando por el entonces único puente de Claiborne se llegaba a la ciudad. Bywater, Marigny y French Quarter por la orilla del río. Caminando por Saint Claude, no muy lejos, hacia el norte, era fácil entretenerse entre los pasillos de los cementerios de Saint Vincent De Paul y Saint Roch. Coincidían allí vetustos panteones con extensas hileras de nichos. En muchas de sus construcciones una exuberante vegetación de líquenes otorgaba al lugar una misteriosa imagen de lágrimas escurridas.
Fats se introduce en la música de Nueva Orleans gracias a su cuñado Harrison Verrett, guitarrista en la banda de jazz de Papa Celestine. Él es quien le da las primeras lecciones al piano. Con apenas 20 años ya pertenece a la formación de Billy Diamond, se curte en clubs como el Robin Hood y el Hideaway de Desire Street, mientras trabaja a tiempo parcial transportando barras de hielo y fabricando somieres. En 1949, en el mismo Hideaway, Dave Bartholomew, líder de su propia banda, productor y compositor, junto al dj Duke "Poppa Stoppa" Thiele, asisten a uno de sus conciertos. Les acompaña Lew Chudd, propietario del sello californiano Imperial al que han convencido para trasladarse ex-profeso desde Los Ángeles. El estilo ya entonces característico de Fats, una mezcla de boogie-woogie, blues y jazz, extraía del piano una corriente que fluía entre los efectos graves del thumping y los agudos del ritmo dixie, quedó expresamente patente cuando interpretó el "Swanee River Boogie Woogie" de Albert Ammons. Una de sus influencias, junto a Amos Milburn, Big Joe Turner y Louis Jordan. Lew Chudd le contrata al instante. Acuerdan sus honorarios sobre la base de las ventas producidas y los royalties generados por cada canción (algo nada común por aquella época).
Hemos pasado la noche en el New Orleans Guest Hotel de la Ursulines Avenue. Estamos a tan solo dos manzanas del French Quarter. A nuestra derecha queda el cercano parque Louis Armstrong. El lunes 12 actúan ZZ Top en el Saenger Theatre de Canal Street y hacia allí nos dirigimos para comprar nuestras entradas. Mientras caminamos por North Rampart Street, en el límite norte del más famoso barrio de Nueva Orleans, se apodera de mí una extraña sensación de desubicación. Una estrecha medianera divide una calle donde la profusión de pequeños comercios, con sus respectivos parkings, otorga al transeúnte la impresión de explorar un archipiélago. Al otro lado los edificios cobran otro sentido, estaciones de servicio, iglesias, amplios centros hoteleros, tiendas de ultramarinos. Según se mire hacia las ordenadas farolas de la medianera, uno duda entre encontrarse ante una hilera de mástiles o de pararrayos. La poca altura de los inmuebles confiere mayor protagonismo a un cielo ya cubierto de nubes. El tranvía color mostaza de la Streetcar Line número 49 sube y baja constantemente por la calle. Su sonido se asemeja al gorgojeo de un pelícano. Miro extrañado a mi alrededor. Bola de Sebo y yo somos los dos únicos transeúntes en North Rampart Street a las 10 y media de una mañana que se ha tornado lluviosa.
El sello Imperial encaja perfectamente en un artista como Fats Domino. El inmediato éxito de sus composiciones junto a Dave Bartholomew dispensan a la marca de Lew Chudd, inicialmente especializada en música de grupos mejicanos y artistas folk del área de Los Ángeles, un impulso y fama sin precedentes. Desde su primea grabación en diciembre de 1949, en los J&M Studios de Cosimo Matassa en la misma Rampart Street, el archiconocido "The Fat Man"/"Detroit City Blues", hasta septiembre de 1962, en que cancela su contrato para firmar con ABC-Paramount, el pianista graba más de 60 singles, colocando 40 canciones entre los Top Ten de las listas de R&B, otras 11 en el Top Ten de las Pop Charts. Ventas millonarias de este "The Fat Man", "Goin´Home", "You Said You Love Me", "All By Myself", "Poor Me", "Bo Weevil", "I´m Walking", "Tired Of Crying", "Blueberry Hill" y, sobre todo, el "Ain´t It A Shame", cuya versión de Pat Boone alcanzó el número 1 de las listas, convierten a Fats Domino, junto a Elvis Presley, en el auténtico campeón de la nueva música popular durante toda la década de los años 50. En noviembre de 1956 la revista Ebony, desde 1945 la más importante publicación para el mercado del ocio afroamericano, le considera el auténtico "Rey del Rock´n´Roll". Por entonces gira 340 días al año, cobra 2.500 $ por concierto y su fortuna personal, después de ajustar cuentas con los miembros de su banda, alcanza ya el medio millón de dólares.
Ese mismo año de 1956 Imperial publica su segundo Lp, "Rock And Rollin´ With Fats Domino", una reedición, con distinto título y número de catálogo, de su primera obra, realmente una recopilación de sus grandes singles (editada en Europa como "Carry On Rockin´"), que llega al puesto 17 del Billboard Pop Charts. Además de muchos de los títulos anteriormente mencionados, se encuentran aquí otros temas de éxito como "Going To The River", "Please Don´t Leave Me", "Rose Mary" o "Don´t Blame It On Me". La enorme repercusión del artista atrae masívamente a sus conciertos al primer público blanco sureño. El encuentro de estos con la audiencia joven de color, sumado a los típicos piques al sacar a bailar a sus chicas (incrementado por la ingesta de alcohol, muy pronto prohibido) produce las primeras confrontaciones raciales en Fayetteville, Carolina del Norte. Nada que ver con las sesiones multitudinarias organizadas por Alan Freed en Detroit, Cleveland, Nueva York o Washington D.C. en las que Fats participa junto a otras estrellas. El público asistente se comporta en el norte de forma más civilizada. 1956 es su año mágico. Ayuda a su ya enorme fama la participación en dos de las más logradas películas con banda sonora de rock´n´roll, "Shake, Rattle And Rock!" de Edward L. Cahn y "The Girl Can´t Help It" de Frank Tashlin (en esta última, dicho sea de paso, una inmensa Julie London se merienda viva a la diva Jayne Mansfield).
La sección de viento del "Rock And Rollin´With Fats Domino" está formada por auténticos campeones del r&b. Dave Bartholomew, Lee Allen, Herb Hardesty, Clarence Hall y Alvin "Red" Tyler. La base rítmica la componen Earl Palmer (batería) y Frank Fields (bajo). Ernest McLean se encarga de la guitarra. Alguien dijo que Fats canta como habla, un tipo alegre, siempre con una sonrisa a punto de baño maría. El deje y´all típico dixie le sale de dentro, con toda naturalidad. Sus fraseos contienen, en algunos de los temas del disco, finísimos wah-wahs, medidas modulaciones guturales que se acoplan perfectamente con el famoso backbeat de su piano. Voy rememorando sus nombres mientras nos cruzamos con una ingente cantidad de turistas a lo largo de Bourbon Street. En Iberville Street nos topamos de lleno con una numerosa tropa de strippers, reivindican la dignidad de su trabajo. Preferiría pensar que he pasado buena parte de la tarde con Peter Fonda y Dennis Hopper en el Saint Louis Cemetery o que, ya entrada la noche, John Lurie o Tom Waits me invitan a un szerac en The Spotted Cat de Frenchmen Street, pero no sucede así. Hacemos un alto en el Coop´s Place de Decatour Street para comer algunas de las especialidades típicas de la ciudad. Ordeno un Chicken & Crawfish Gumbo mientras creo con ello homenajear algunas de las portadas de Dr. John y Professor Longhair. Por delante nos quedan otros tres días en Nueva Orleans.
A Lucía.
Lindo y exhaustivo homenaje a Fats Domino, Javier, un tipo del que hablamos poco a pesar de su importancia.
ResponderEliminarAbrazos.
Si, parece que este tipo de artistas, pioneros, se han quedado en el baúl de los recuerdos. Hay que sacarlos a la luz de vez en cuando.
EliminarAbrazos,
Javier.
El viaje siempre presente Frankie.
ResponderEliminarGod save R&R !
Siempre Cuchulainn. Tú has estado por allí, algo te sonará...
EliminarAbrazos,
Javier.
Excelente texto Javier, y que gran homenaje a uno de los grandes. Yo conocí a Fats Domino gracias a un pequeño libro incluido en el coleccionable Figuras del Jazz, me flipó lo que allí contaba, y de ahí al celebérrimo Blueberry Hills y ya rendido por siempre. Coincido con Gonzalo, poco se le reconoce a este artista su gran valor en la música y su repercusión. Debería considerarse a Fats Domino el verdadero rey de los 50.
ResponderEliminarSaludos y abrazos
Sin ninguna duda, Fats Domino es, junto a Elvis, el auténtico rey de los 50. Antes y más que Chuck Berry, Little Richard o cualquier otro de la época. Él fue el pionero.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
A Fats le habría encantado este reportaje, Javier. Pena que falleciese hace justo un año. Su despedida se alargó más de una semana, como era de esperar. La ciudad de Nueva Orleans despidió a uno de sus grandes desfilando detrás de una concurridísima Second Line, que se recuerda como una de las más grandes desde el Katrina.
ResponderEliminarNunca he encontrado una simbiosis mayor entre una ciudad y un músico que con NOLA y Fats Domino. Por lo que veo su despedida estuvo a la altura de su grandeza.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Dejando aparte la categoría del texto, casi novelesco, estoy totalmente de acuerdo con los comentarios anteriores; y como muy bien doce Gonzalo, hablamos poco de Fats a pesardesu importancia. Y no solo en un estilo sino en varios, porque él solito fue haciéndose una carrera que lo llevó a las puertas del mismísimo rock and roll.
ResponderEliminarPor desgracia este tipo de personajes va pasando al olvido y dentro de poco serán asunto de historiadores únicamente: ¿qué será de un B.B.King, por ejemplo? Pues que ocupará el sitio de los antiguos bluesmen rurales, es decir, la rareza digna de un museo. Es triste, pero es así.
Bueno, el consuelo de Fats es que está absolutamente idolatrado en NOLA, a la altura de un Elvis/Memphis, sin llegar a la altura de marketing del segundo. Más que de olvido hablaría de falta de reivindicación de este tipo de artistas. Entre la gente joven, aun aficionada a esto del rock, difícilmente encuentras a alguien que sepa de Fats Domino, Albert King o Lowell Fulsom, por nombrar solo a tres de ellos. Una pena.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Un viaje productivo, si señor. Lástima de no haber coincidido con John Lurie. La próxima vez le das recuerdos míos. Me voy a poner el CD de Fats Domino "Kings of Beat 3" de Star Club para recordarlo un poco. Luego puede que siga con Doctor John y Professor Longhair, para entrar en materia. Buen rato he pasado "viajando" contigo, y gratis además.
ResponderEliminarSaludossssssssss
Pues si, andaba el bueno de Lurie en un bísnes con el Jarmusch y por no molestarles... De hecho la entrada pensaba hacerla sobre Dr.John pero, al final, pudo más el color negro, como casi siempre.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Fats Domino quedará como uno de los grandes del Rock & Roll , páginas para la historia como otros. Su legado e influencia en muchos artistas es impresionante aunque también su popularidad quedó un tanto diluida con la aparición del rock y los movimientos sociales de finales de los 60.
ResponderEliminarLos músicos, como otros muchos artistas de diferentes ámbitos, "desaparecen" y sólo los que somos aficionados le seguimos dando su valía. Es así pienso.
Excelente tu texto, como siempre.
Saludos,
La British Invasion acabó, entre otros, con la carrera de Fats Domino. Los años 60, con toda su historia, fue una década en la que el bueno de Fats apenas pudo mantenerse, un poco al principio, poco más. Menos mal que había ganado mucha pasta y era un tipo bastante bien organizado. Hay que seguir reivindicándolo, sin duda.
EliminarGracias Jordi.
Javier.