CUARENTENA
NEIL YOUNG & CRAZY HORSE "RUST NEVER SLEEPS"
Prosigo con la escucha alfabética de la colección, concluyo la letra A con The Attack, Atomic Rooster, Au Pairs, Average White Band, Aviador Dro, comienzo la B con B 52´s, Bachman-Turner Overdrive (¡qué bien suena esta banda!), Bad Company, Bad Religion, The Band, Band of Horses. !Qué extraordinarios los canadienses!, cada uno de sus discos esconde verdaderas joyas, acumulan tantos momentos de incalculable belleza que repentinamente pienso en intercalar en cada párrafo alguna de sus canciones..., "Out of this world, out of this mind / Out of this love for you / Out of this world, out of the blue / Out of this love for you...", Robbie Robertson canta como nunca lo hizo, dicen que su voz suena mejor cuando está desconectada del micrófono, Garth Hudson hace milagros con el órgano y los sintetizadores ("Out of the blue", "The Last Waltz", Warner Bros Rcds, 1978). Decido que sea Neil Young el protagonista de esta nueva entrada, su "Rust Never Sleeps" (Reprise Rcds, 1979) no será mi disco favorito en su discografía pero contiene algo de lo que más adelante hablaré. Mi sobrino Isidro me recomienda desde Mallorca una nueva banda, Other Lives, suenan solemnes viejas puertas en cabañas de madera.
Quisiera largarme a Taiwan, acabo de leer el artículo de Byung-Chul Han en el suplemento "Ideas" de El País (domingo, 22 de Marzo) y me ha convencido. El reloj marca las 2 menos veinte de la tarde y desde mi cuarto ya se advierte el aroma a comida especiada, la casa es nada grande, sin tiros largos, predominan los colores blancos y los tonos claros, lo que viene a acentuar la sensación de mayor espacio, de más fingida libertad. Digo que me voy a Taiwan porque es posible que allí me expliquen lo que aquí está ocurriendo. No tengo idea (ni siquiera una aproximación) de lo que nos viene encima, los días de confinamiento que llevamos se me antojan como el preludio de un necesario cataclismo, porque es claro que esconden una gran incógnita, un próximo futuro en el que muchas cosas serán cuestionadas. Byung-Chul Han nos presenta la dicotomía entre Oriente-Occidente como la de la cultura de la sumisión enfrentada a la del individualismo, la de la primacía digital del algorritmo y el big-data (aunque suene extraño) frente a la de la estricta soberanía territorial. Al final, el virus vence a los occidentales porque ataca y anula su egolatría, salva antes a los orientales porque su conducta colectiva acepta de mejor grado la vigilancia del Gran Hermano (versión George Orwell, otro iluminado).
Veo innumerables ventanas, la gente está adentro de sus casas pero apenas se adivinan sus perfiles, algunas sombras se deslizan entre los visillos, una mujer riega las plantas del balcón, otra (¡voto a tal!..., ambas superan con creces la cincuentena de sus naturales encantos), habla por teléfono desde su terraza. Siento los galopes de los niños desde el piso de arriba, son pequeños golpes de estado trasladados a un país ajeno (el mío), retumban con un tam-tam que se me antoja de color azulado. Me asomo al exterior y contemplo las calles vacías, algún que otro transeúnte pasea sus canes, el eco de los escasísimos vehículos que circulan se transforma en un zumbido de viento metalizado. Afortunadamente cae algo de lluvia, el cielo se cubre de nubes, se despeja después, cambian los colores de la escena, desde un gris mojado a un verde dorado por el sol. Cuando salgo al jardín siento el aire aun fresco, camino como si lo hiciera por primera vez, sorprendido por el cariz de mis propios pasos, sintiendo el desplazamiento en su misma esencia, sin principio, sin meta. Presiento que en una situación como esta de confinamiento hay que darle al tiempo más valor de presente, de acciones concretas que lo enriquezcan aun más. Medito, prometo procurarme mayor silencio.
Los libros se agolpan en la mesa supletoria, intento por primera vez compaginar la lectura de varios de ellos, ensayos de sociología política con novelas de autores clásicos como Galdós, Valle-Inclán o Alejandro Sawa. Los primeros afianzan mis convicciones, los segundos entretienen y abren nuevas expectativas de estilo narrativo. Al cabo de muchas horas de lectura me encuentro entumecido, me incorporo del sofá y lanzo un grito de colibrí selvático, sacudo los miembros igual que hago con la ropa antes de colgarla en el tendedero. Apenas veo la televisión, la radio funciona algo más tarde. Me refugio en alguna que otra película y en varias series (así, a voleo) que me atrapan, representan una vez más la historia contada según los vencedores (malos los islamistas, terroristas, malísimos los hispanos, narcotraficantes). Repaso los correos electrónicos y los grupos de whatsapp, borro o contesto, archivo. Acudo al blog para actualizarlo, repaso innumerables carpetas fotográficas y añoro el ayer. Limpio la casa, desempolvo la colección de miniaturas, pongo al día las cuentas, el patrimonio va desbocado, a la baja. Ordeno papeles antiguos, pienso en llamar a algún que otro amigo para saber cómo le va pero aun no me decido a dar el paso.
Acabo de repasar las notas sobre Neil Young y lo primero que me viene a la cabeza es la película del mismo nombre que vi hace muchos años. Me sorprendió la imagen del mismo Neil, ropa blanca, el pelo ni corto ni largo, desaparece repentinamente la figura del viejo hippie, las camisas de cuadros y los vaqueros con remiendos de amebas estampados. La tremenda energía de los temas incluidos en el álbum se asemejaba a la envergadura del equipo desplegado sobre el escenario, los micrófonos altos como antenas vigilantes, la gigantesca armónica que sostiene en su mano izquierda, el primer plano acrecentando la imagen de los platos de la batería, las cajas-contenedores del equipo de la banda, todo aparece desmesurado. Del resto de las notas intento sonsacar algún apunte, algo que no fuera entonces tan resaltado en su ya archisabida biografía, el accidente en la central nuclear de Harrisburg en Pensilvania refuerza su postura en favor de la protección de un clima ya seriamente amenazado, la posterior polémica con John Lennon sobre el célebre texto de "My My, Hey Hey (Out of the Blue)"...,"It´s better to burn out / Than to fade away", un artista que muy poco antes de morir tiroteado abogaba por la vida sana, ajena a la violencia y a la autodestrucción, me llama poderosamente la atención.
En un primer momento prefiero hablar del disco desde la distancia del recuerdo, relatar sus canciones sin el orden propio en el que aparecen en los créditos, intercalar los temas que más me gustan con los que menos me emocionan; me rebelo contra mi decisión y vuelvo entonces a escucharlo, atentamente, quiero tenerlo fresco, sentirlo en el apogeo del confinamiento. Toda la cara A es una oda acústica, en ella se contienen los mejores versos de Young, también el más prístino sonido de su guitarra Martin, la armónica además acompaña y ensalza la atmósfera melancólica. Existen estrofas de sorprendente precisión histórica: "Hey hey, my my / Rock and roll can never die / There´s more to the picture / Than meets the eye", ("My My, Hey Hey (Out of the Blue)", imágenes de gran potencia visual: "Where the vulture glides descending on / An asphalt highway bending / Thru libraries and museums, galaxies and stars", ("Thrasher"), alusiones indígenas convenientemente actualizadas, desde el "I´m gonna ride my llama from Peru to Texarkana", ("Ride My Llama", por esa última población pasamos en nuestro viaje desde Nashville al Houston de Townes Van Zandt), hasta el "Marlon Brando, Pocahontas and me" de "Pocahontas". En "Sail Away" más que fijarme en la lírica rememoro a Nicolette Larson, la voz que armoniza los versos de los puentes con Neil, la figura femenina de largísima cabellera ondulante en la contraportada del "Comes A Time" (Reprise Rcds, 1978), pocos años más tarde moría ahogada Natalie Wood.
La cara B se me figura como un enorme Caterpillar bajando a cámara lenta por una zigzagueante cuesta, sus descomunales ruedas de caucho se encuentran unidas entre los ejes por un sistema de poleas oxidadas, cuando raramente funcionan los frenos lo hacen coincidiendo con los coros más melódicos. Nunca antes el sonido puramente rock de Neil Young había llegado tan alto, había sido tan maravillosamente estruendoso. Nos encontramos en los mejores momentos de su larga carrera musical, en temas como "Powderfinger" se relata la lírica más cinematográfica del disco (algunos la han comparado con algunas imágenes del "Apocalypse Now" de Coppola), los estribillos de "Welfare Mothers"..., "...make better lovers", un mantra colosal junto a la ruptura melódica en el final de cada párrafo..., "DEE VORR CEE!", y los de "Sedan Delivery"..., "Gotta get away.../...No one knows.../...Hard to find...", suponen el auténtico renacimiento del rock como religión, en la versión final del "Hey Hey, My My (Into the Black)", toda la peña se ha lanzado ya a la pista de baile, sus puños en alto, los riffs de la Gibson "Old Black" expanden la buena nueva, en el 79 el Rey se ha ido, no quedan ni Beatles ni Rolling Stones, asoman la cabeza Johnny Rotten y Devo, Neil Young supone el eslabón más fiable en el presente, también en el próximo futuro.
Hoy, duodécimo día de cuarentena, sobrevivo a fuerza de cafés bien cargados, el día transcurre entre algoritmos y solitarios algodones solares, el aire apenas se abanica, se diría que también está confinado, "Rust Never Sleeps" alterna la diástole de su órgano acústico con el sístole de su contracción eléctrica, aspira oxígeno puro en su cara A y lo reparte al resto del cuerpo en su cara B, funciona también en modo circuito, las últimas noticias de la pandemia hablan de un gran crecimiento de afectados, pero me da la impresión de que sigue ocurriendo lejos, dañando a una parte de la población televisada, radiada, un acontecimiento virtual, si Neil Young es el principal protagonista de la parte acústica, esas canciones nos recuerdan al viejo trampero asomado al balcón de las cataratas, en la parte eléctrica comparte estrellato con Crazy Horse, ninguna otra banda puede sonar mejor, las estadísticas, los números y las curvas que aparecen en las pantallas se extienden también al ámbito económico, algunos observadores concluyen que la globalización está enferma, hablan de la revancha de la Naturaleza contra sus hijos devoradores, insaciables, "Rust Never Sleeps" ofrece al oyente las dos caras de la misma moneda, ahora devaluada, la brillante melancolía del poema y la aridez distorsionada de los mejores riffs imaginables, y Dios vio todo lo que había hecho y era bueno en gran manera...
A Isidro, en Mallorca.
Qué disco tan magnífico y esencial, Javier, el otro día hablaba yo de "Zuma" y siento como si me devolvieras la pelota, muchas gracias. Yo vi la peli en la casa donostiarra de mi abuelo, la echaron por la tele cuando todavía solo existía la pública. El "Rust Never Sleeps" y el "Live Rust" los compré después y han sido parte de mi vida musical desde entonces. Cada vez escribes mejor, por cierto, frases como "La cara B se me figura como un enorme Caterpillar bajando a cámara lenta por una zigzagueante cuesta, sus descomunales ruedas de caucho se encuentran unidas entre los ejes por un sistema de poleas oxidadas, cuando raramente funcionan los frenos lo hacen coincidiendo con los coros más melódicos" son testigos de ello. Suerte con la cuarentena estamos todos bien.
ResponderEliminarAbrazos para tu mujer, tus hijos, sus parejas, tus nietos y para ti, claro.
Abrazos para tu mujer, tus hijos, sus parejas, tus nietos y para ti, claro.
Gracias Gonzalo. Yo soy más del Harvest & After the Gold Rush, me tira más su lado hippie-rock, sus dos primeros discos, además, estarían también entre mi póker de ases, soy, en definitiva, más seguidor de su primera etapa. Sin que esto signifique mella alguna para obras como esta, que además tiene el valor de que conjura esa primera etapa suya con la marca Crazy Horse, inigualable.
ResponderEliminarGracias de nuevo por los deseos, compartidos de todo corazón. Confío en que nos veamos pronto.
Abrazos,
Javier.
Espero que estés bien, Javier, family incluida. Un disco excelente, en cuarentena o sin ella. Abrazo grande.
ResponderEliminarPues si Juanjo, andamos bien, un poco hartos ya de esta puta locura, pero hay que seguir aguantando, no queda otra. Un fuerte abrazo también para todos vosotros. Neil nos echa una mano.
ResponderEliminarJavier.
Ya veo que eres disciplinado (por orden alfabético). Siempre que leo un artículo de los tuyos me pongo el disco, o discos de los que hablas, para entrar en materia y recordarlos. Hacía mucho tiempo que no oía este. Tampoco es mi disco favorito, pero creo que es un gran disco. El mío fue el primero que oí (After the Gold Rush, después, Harvest…). Ahora veo que lo aclaras en tu comentario a Gonzalo. No conocía esa polémica con John Lennon y otros (“Es mejor arder que apagarse lentamente”). La he buscado en internet. Muy curioso todo. He pasado un buen rato con tu relato y con la música de Neil Young. Eso es mucho, en los tiempos que corren. Suerte para ti y tu familia.
ResponderEliminarSaludosssssssssssss
Pues si Bab, soy un tipo bastante disciplinado, aunque cuando me pongo... Voy ahora terminado la colección Beach Boys y que alguien me ampare cuando entre a saco con Beatles, voy a querer aún más clausura.
ResponderEliminarSi, como le digo a Gonzalo, soy más de la primera etapa, aquella época del "Harvest" me pilló en la onda jipi y todavía quedan resabios de aquello.
Igualmente te deseo para ti y toda tu tribu, que esto se acabe pronto y que sigamos "viéndonos"
Saludos,
Javier.
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