EL ROCK Y LAS CIUDADES XIII: MADRID

En la cabecera de la página 37 del número de Diciembre de 1983 de La Luna de Madrid aparecía una pequeña nota que me permito transcribir a continuación: "Atención amigos de La Luna de Madrid. Estamos preparando un festival-encuentro para el 22 ó 23 de diciembre con varios grupos musicales y otras cosillas de nuestra cosecha. No hace falta recordaros que perder nuestra clausura del año es perder varios años de vida. ¡Ojo avizor a las convocatorias!" El resto de la página anunciaba la presentación en el Círculo de Bellas Artes de la "Expo el Vibora", exposición organizada para celebrar el cuarto aniversario (y el número 50) del cómic underground más irresistible. El viernes 23 de ese mismo mes tuvo lugar el anunciado festival-encuentro en uno de los salones del Hotel Palace de Madrid. El evento, bautizado como "Noche de sorpresas", presentó a una no muy numerosa audiencia (previo pago de unas por entonces nada desdeñables 1.500 pesetas) un cartel con las actuaciones de Golpes Bajos, Vainica Doble, Loquillo y Los Trogloditas y Canal Street Jazz Band. 

La Luna de Madrid, la revista adalid del llamado posmodernismo de la época, tuvo su primera sede en la planta baja de la calle de Villalar número 7. Aquel que conozca el Madrid de los alrededores de la Puerta de Alcalá admitirá - no le será difícil hacerlo- que nos hallamos ante uno de los puntos mágicos de la ciudad. Muy cerca se encuentran el bello y recoleto edificio de la embajada francesa y la librería Hiperión (ambos localizados en la calle Salustiano Olózaga, por las malas lenguas del XIX personaje conocido como "Elisabeth Secundus Regina Timore"); esquina con la calle Pedro Muñoz Seca estaba ubicado el mítico club Stones, refugio de americanos destinados en las bases militares de la periferia, un poco más abajo se halla el ajardinado patio trasero del Palacio de Linares (sede de la actual Casa de América). Por sus alrededores se sigue respirando un ambiente de calma secular. En Villalar número 7 me presenté a última hora de una tarde, muchos de los miembros de la revista eran antiguos amigos y compañeros del colegio, así que, sin más preámbulos, les propuse hacerme cargo de la sección taurina.

Repaso ahora los primeros números de La Luna de Madrid, los correspondientes a los dos últimos meses de aquel inaugural 1983. En el de noviembre presentan en sociedad su ideario, hablan de la necesidad de superar el concepto de modernidad para dar así cabida a la idea de un presente y un futuro entrelazados por un corto y fructífero pasado. La  movida ya llevaba casi un lustro en escena y era necesario vender los logros de su eclosión a una audiencia que había quedado - digamos - aceptablemente satisfecha. En el que se puede considerar como editorial original de la revista, "Madrid 1984: ¿la posmodernidad?", se leen frases como estas. "Entonces, ¿quien duda que Madrid es la ciudad enana más alta del mundo?..., Madrid puede enorgullecerse ahora de ser una ciudad que ha luchado por integrar en su contorno todos los viejos tabúes sociales y estéticos. El vivir en libertad ha sido suficiente para demostrar la vitalidad de las nuevas generaciones. Los sectores marginales clásicos son cada vez menos marginales y el espectáculo va a ser apasionante. Ya es apasionante". En una entrevista efectuada a Leopoldo María Panero en el Sanatorio de Ciempozuelos, publicada en el mismo número de noviembre, este antiguo alumno del Liceo Italiano afirmaba:... "y no hay convicción ni fe en cuanto que la palabra aparece como absoluta exterioridad, como materia de conferencias, de artículos..., pero no como materia vital." Entonces, ¿qué coño estoy haciendo yo ahora?, me pregunto. 

La vieja mesa de madera, seguramente facilitada por la dirección del hotel, estaba colocada en el último rellano de acceso a uno de los salones principales del hotel. Allí se encontraban sentados un par de mis antiguos compañeros del colegio; según cobraban la entrada introducían los billetes en una pequeña hucha portátil que, celosamente, cerraban de inmediato. Creo recordar que la barra con las bebidas la habían colocado al fondo del salón, a lo largo de la pared de la derecha, que los camareros pudieran ser los propios redactores y distintos colaboradores de la revista y que se respiraba un cierto ambiente de desubicación. El elegante entorno se prestaba más bien para un concierto de cuarteto de cuerda, la iluminación de las grandes lámparas de araña mantuvo su intensidad versallesca durante toda la noche, las extensas alfombras de lana abogaban por el mejor y más cuidadoso trasiego de los asistentes. El escenario, colocado sobre una baja tarima en mitad del salón, se encontraba al alcance de la mano. Acostumbrado a los conciertos en las salas al uso de la ciudad, no creo equivocarme si manifiesto que me invadió una sensación de cierta  irrealidad. 

Desde su presentación en La Edad de Oro de TVE en junio de ese 1983 (curiosamente coincidió con la presentación del número 0 de La Luna de Madrid), Golpes Bajos se había convertido en el grupo revelación, en la banda a seguir. Su mini-Lp homónimo (Nuevos Medios, 1983) se radiaba continuamente en las emisoras, su presencia en los medios tanto generalistas como especializados (también lo hizo en los dos primeros números de la revista) fue una constante durante gran parte de la segunda mitad de ese año 1983. 

Lamentablemente he de admitir que, aparte del deslumbrante entorno reseñado, apenas me quedan otros recuerdos musicales del concierto, quizá tan solo algunos momentos de baile comedido - ni el lugar ni el ambiente invitaban al desmadre -. Muy probablemente Golpes Bajos interpretarían los temas de su homónimo primer trabajo, es también factible que la audiencia tarareara encantada sus conocidas canciones - yo las escucho ahora, después de mucho tiempo, y me sorprendo del singular tono funky de muchos de sus arreglos -. De Vainica Doble otro tanto, nada más que una tenue sensación de sus recetas, el olor de plantas aromáticas de interior y los ecos de una ciudad todavía campechana, Loquillo nunca ha sido santo de mi devoción. A Canal Street Jazz Band ya les conocía de algún concierto por alguna sala de la calle Benito Gutiérrez. Concluyó la velada palatina - como no podía ser de otra manera -  con alto contenido de alcohol en sangre (mi mujer condujo de vuelta hasta nuestra casa en "La Prospe"), no sin antes charlar con una amiga de la familia con la que me relajé en uno de los largos butacones del salón. Vestía un pantalón de pana gruesa verde. 

De todos es conocida la intrahistoria de Golpes Bajos y sus miembros principales, Germán Coppini y Teo Cardalda. La salida del primero de Siniestro Total y su alianza con el segundo para crear el grupo. El fichaje por el sello de Mario Pacheco, Nuevos Medios, la grabación en los estudios Audiofilm en mayo y la anécdota de la voz afectada por la gripe que padecía Germán en esos momentos y que, según el acertado criterio de Mario, se mantiene para otorgar un fondo más melodramático a la misma grabación. Sigo escuchando con sumo placer este primer mini Lp de Golpes Bajos. Todos sus temas, pero muy especialmente "No Mires A Los Ojos De La Gente" y "Malos Tiempos Para La Lírica" (convertido este último en una suerte de himno perpetuo al desasosiego intergeneracional), poseen tanta riqueza instrumental como lírica. Una pareja de grandes músicos - Coppini y Cardalda - a los que se unen Pablo Novoa, auténtico virtuoso de los teclados, y un bajista, Luis García, que con su preciso y contundente punteo otorga al disco, junto a la orquestación de vientos, una atmósfera de claros coloridos funky. "Estoy Enfermo", "Lágrimas" y "Tendré Que Salir Algún Día" completan un trabajo que, a día de hoy, sigue manteniendo intacta toda su frescura. La cubierta de Ceesepe afianza su valor añadido.

En La Prospe, en la calle Eugenio Salazar, vivimos nuestros primeros años de matrimonio. Enfrente - creo que aun perdura - se encontraba el legendario Garaje Hermético, un garito destacado por su buen ambiente y mejor música. En el comienzo de la cercana calle de Pradillo, a tiro de piedra, la Sala Mirasol programaba muchos de los mejores conciertos de bandas nacionales e internacionales de entonces. Poco más allá, el parque de Berlín, donde no era raro encontrarse a un elevado Javier Krahe; a mano izquierda, en uno de sus vértices con la calle Príncipe de Vergara, La Ancha, para muchos una de las sedes de la mejor tortilla de patata de la capital. Mientras, Jesús Ordovás concluía su sección "Madrid Pop / 83" con el recurrente... "Y otro día hablaremos de Vigo".







Comentarios

  1. Qué tiempos. Yo, más que seguidor, era ya coleccionista del Víbora, como lo fui de Makoki, La Luna y a saber cuántas publicaciones más de aquel tiempo. En lo "literario" estábamos todas las tribus más o menos de acuerdo (porque tenía razón el señor Auserón: éramos tribus). Otra cosa era la música (a mí por ejemplo nunca me gustaron Golpes Bajos, pero eso ya es un problema mío). Lo que está claro es que, dejando aparte las tonterías institucionalizadas como "La Movida" o las chorradas de corte político como el tren Madrid-Vigo lleno de modernos promocionados, la década de los 80 fue apasionante para los de nuestra quinta. Y que nos quiten lo bailao....

    Muy honrado de ser el primer comentarista de este nuevo blog. Adelante con los faroles...

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    1. Más honrado yo Rick por recibir de tu parte el primer comentario. Y si, aquellos años 80 fueron un auténtico frenesí, un sin parar vaya. Fiesta cada día, conciertos, exposiciones, presentaciones, revistas, cómics, bares de copas de toda saya y condición..., Madrid se acostó enana y se levantó hecha un gigante. Que lo llamen como quieran, movida o parada, nos da igual, la verdad es que, como bien dices, fue una década apasionante y que nos quiten lo bailao.
      Agradecido y saludos,

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  2. Muy interesante. Yo nací un año después, así que no hace falta que diga que no conocía 'La Luna'; el Víbora al menos me suena, pero jamás ha caído ninguna de esas revistas a mis manos.

    Es curioso lo de la posmodernidad. El término está ya muy sobado y tiene distintos significados. Hoy lo entendemos más por el que hizo célebre Lyotard en el 79, en el terreno académico primero, aunque hace muchos años que ha llegado ya al debate político. Pero en España, durante la Transición (y sobre todo en los años de la Movida) parece que se usó muchísimo, con un enfoque estético. El término en España es incluso más viejo, pues comenzó ligado a la arquitectura.

    Saludos.

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    1. Como comentamos Rick y yo, la profusión de revistas y cómics por aquella época fue uno de los signos que mejor la caracterizó. Yo también las guardo todas y, de vez en cuando entro en modo retrovisor y me gusta echarles un vistazo de nuevo.

      Si, el término postmodernismo, fuera de las corrientes intelectuales que pudieran tratar sobre ese fenómeno durante décadas anteriores, creo que apareció por primera vez entonces, por lo menos a nivel más de calle, más convencional, y, efectívamente, tenía una connotación más estética que otra cosa y, así aparecía reflejado en La Luna...; abarcaba todo ámbito posible, música, literatura, cómic, pensamiento, moda, arquitectura, cine, teatro, pintura..., fue un barrido instantáneo que presentaba al lector interesado una enorme gama de información cultural. La Luna de Madrid creo que fue una de las mejores iniciativas de aquellos años 80.
      Gracias y saludos,

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  3. Que buena crónica de la época. A mi ya me pillo fuera de Madrid. Me mantenía informado gracias a la radio y a las revistas que nombras (La Luna de Madrid, El Vívora...). Y Golpes Bajos fue un grupo que me gustó bastante. Luego, cuando el Coppini y el Cardalda se fueron cada uno por su lado, ya no me hacían mucha gracia.
    Saludos. Y suerte con el nuevo blog.

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  4. Muchas gracias Bab, vamos a ver en qué queda todo esto...
    Y si, aquella época dio mucho juego, aunque ahora tan solo sirva para rememorar buenos tiempos pasados (como dice Rick...)
    La verdad es que volver a escuchar al grupo gallego me ha producido un gratísimo placer.
    Saludos,

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